La historia de Erika

Después de que le dijeran repetidamente que el dolor en el cuello se debía al estrés, Erika K. descubrió que tenía un tumor maligno en el tronco encefálico; y tuvo una recuperación increíble tras la neurocirugía.

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¿Cuándo el dolor de cuello es más que estrés?

Después de que le dijeran que el dolor en el cuello se debía al estrés, Erika K., de 34 años de edad, descubrió que tenía un tumor maligno en el tronco encefálico; y tuvo una recuperación increíble tras la neurocirugía

Saludable, activa y en su tercera década de vida, Erika K. no tenía ningún motivo real de preocupación cuando empezó a sentir dolor en el cuello. Lo atribuyó a dormir boca abajo e intentó sacárselo de la cabeza, ya que estaba muy atareada entre trabajar a tiempo completo y estudiar para obtener su maestría. Sin embargo, como el dolor no remitía, consultó a un quiropráctico que comenzó a tratarla por lo que se creía que era dolor de cuello inducido por el estrés. Después de cuatro semanas de tratamiento y de que el dolor se intensificara, Erika supo que algo estaba realmente mal.  

“Llegó al punto en el que sentía calambres que bajaban constantemente por la nuca”, recuerda Erika. “Era increíblemente doloroso; y empeoró tanto que acudí a la sala de emergencias. Al igual que el quiropráctico, los médicos de la sala de emergencias me dijeron que era producto de un nivel de estrés intenso. Me enviaron a casa con unos cuantos Valium e indicaciones para hacer un seguimiento con un médico ortopédico”.

Antes de que pudiera llegar a ver al ortopedista, Erika, que buscaba una mejor respuesta, acudió a la sala de atención de urgencias para que le realizaran una radiografía. La radiografía no mostró nada, aunque Erika seguía con mucho dolor. Visitó al médico ortopédico y siguió sus indicaciones de ver a un fisioterapeuta. Después de dos sesiones de fisioterapia, el fisioterapeuta también notó que había algo más y llamó al ortopedista para solicitar una resonancia magnética.

Erika posa con su diploma de la GCU

“Recuerdo claramente estar en la consulta del médico después de someterme a la resonancia magnética. Por cómo me trataban, supe que, sin duda, algo no estaba bien. Aun así, ni en un millón de años pensé que me llamarían y me dirían que tenía un tumor cerebral”.

Cuando Erika volvió para una segunda resonancia magnética, uno de los médicos ortopédicos le aseguró que estaría bien y observó que el tumor era como un lunar no canceroso. Ninguno de ellos sabía que el tumor era maligno y que había entrado en el tronco encefálico, lo que dificultaba mucho su tratamiento.

Erika se quita el pelo de los ojos mientras se prepara para correr

En ese momento, los padres de Erika comenzaron una investigación intensiva para encontrar un neurocirujano que se especializara en extirpar tumores cerebrales profundos para que evaluara a su hija. Mientras tanto, el COVID-19 comenzó a afianzarse y el estado de Erika empeoraba. No podía levantarse de la cama porque el dolor era muy intenso, y apenas podía tragar.

Sus investigaciones los llevaron al Dr. Yaron A. Moshel, PhD, miembro del equipo de Atlantic Neurosurgical Specialists y codirector del Gerald J. Glasser Brain Tumor Center en Atlantic Health System. El Dr. Moshel se especializa en la extirpación de tumores cerebrales complejos de la forma más segura posible con la ayuda de la navegación guiada por computadora, el mapeo cerebral con el paciente despierto durante la cirugía, las técnicas endoscópicas y la microcirugía para llegar a lugares de difícil acceso. Erika viajó desde el sur de Jersey hasta Summit para ver al Dr. Moshel.

“Después de los diagnósticos erróneos y la mala calidad de la atención que había recibido de otros médicos antes de venir al Gerald J. Glasser Brain Tumor Center, inmediatamente me sentí cómoda con el Dr. Moshel”, explica Erika. “Estaba muy claro que esta era su área de especialización. Fue sincero sobre la gravedad y la urgencia de la situación, pero también se mostró tranquilizador y rápidamente se ganó mi confianza”.

El Dr. Moshel dirigió el equipo de atención de Erika en el Gerald J. Glasser Brain Tumor Center en el Overlook Medical Center, que también incluyó al Dr. Nicholas Metrus, neurooncólogo, y a la Dra. Joana Emmolo, oncóloga radioterapeuta.

“Antes de empezar la cirugía, sabíamos que este sería un procedimiento complejo”, explica el Dr. Moshel. “El tumor de Erika había recubierto una de las arterias principales que irrigan el tronco encefálico, llamada “arteria vertebral”; había entrado en el tronco encefálico; y se había extendido hacia la parte superior de la médula espinal. Contar con el equipo y las tecnologías adecuadas fue fundamental”.


Cita

“No puedo expresar mi gratitud lo suficiente. Soy muy afortunada de haber tenido al Dr. Moshel como cirujano”.

Erika B., paciente con tumor cerebral


Con un equipo que supervisaba la función de la médula espinal, la laringe, las cuerdas vocales, el paladar blando, la lengua, el nervio facial y la audición de Erika para evaluar la viabilidad del tronco encefálico durante la cirugía, el Dr. Moshel realizó una craneotomía y extirpó con éxito todo el tumor, incluso las partes que penetraban el tronco encefálico y alrededor de la arteria vertebral.

El tumor resultó ser un ependimoma, un tumor maligno, que podría haber provocado parálisis y ser mortal. Sin embargo, con la extirpación quirúrgica completa del tumor, Erika pudo evitar la quimioterapia y la radiación.

Al salir de la cirugía, Erika se despertó con rigidez en el cuello, pero con poco o ningún dolor. Estaba caminando en cuestión de horas y recibió el alta hospitalaria en solo dos días, mientras el estado comenzaba el confinamiento. Tres meses y medio después de la cirugía, regresó al trabajo… y tres meses después, se graduó de la maestría en Negocios de la Universidad Grand Canyon. Está comprometida con la fisioterapia y la masoterapia, corre todos los días y dice que jamás estuvo más sana.

“No puedo expresar mi gratitud lo suficiente. Soy muy afortunada de haber tenido al Dr. Moshel como cirujano”, dice Erika. “Después de mi primera visita con él, un enfermero me dio un folleto con una foto de él en la parte delantera. En mi primer día de regreso al trabajo, la pegué con cinta junto a mi escritorio para poder mirarlo y recordarme que estoy viva gracias a él”.

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